miércoles, 23 de octubre de 2013

SOROLLA, EL COLOR DEL MAR

Con motivo de la temática de estudio de este trimestre en el colegio, "el mar", tercero y cuarto de primaria visitaron el pasado 17 de octubre la exposición "Sorolla. El color del mar".


(...) La exposición se desarrolla en tres apartados bajo los epígrafes de El espectáculo incesanteLas horas del azul y De la naturaleza a la pintura. Una muestra de sus principios es el cuadro Marina, que pintó cuando tenía 18 años, en 1880. Una composición panorámica y paisajística inspirada en una tradición que pronto rechaza: "Sorolla se sienta a pie de playa y empieza a investigar el movimiento del mar y su relación con el espacio, las olas..", indicó el comisario adjunto de la muestra, José Manuel Pascual.
En la exposición se pueden ver también pequeñas tablillas fácilmente transportables en las que Sorolla tomaba sus apuntes y que reflejan sus métodos de trabajo, una especie de "notas" que tienen, no obstante, la composición de un cuadro completo. Muy crítico con los impresionistas de la época, Sorolla va incorporando, sin embargo, las vanguardias a su pintura y a su investigación, como se reconoce en Barcas en pasajes, aunque nunca dejó de ser un pintor ligado a la tradición y al naturalismo, en una especie de "clasicismo renovado", según el comisario adjunto.
Dos de los cuadros que reflejan la luz del sol vertical del mediodía mediterráneo, Saliendo del baño o La hora del baño, retratan "lo que más satisfacía" a Sorolla, la luz intensa de la playa del Cabañal. El pintor también disfrutaba del verde esmeralda brillante del mar de Jávea que aparece en Nadadores, según relata en las cartas que escribe a su mujer, que se encontraba en Madrid. El tratamiento de los reflejos en el agua que hace Sorolla tiene su máxima representación en El balandrio, uno de los más populares del pintor, que realizó en 1909 y donde la pincelada se carga de color.
En las playas del norte Sorolla encuentra una luz más tenue, donde las mareas al retirarse dejan la arena convertida en un espejo, así como los contraluces en los que las figuras pierden volúmenes. Así se aprecia enMaría en la playa de Biarritz, cuadro en el que el reflejo de la luz del atardecer compite con la figura. "Tengo un hambre por pintar como nunca he sentido, me lo trago, me desbordo, es ya una locura", confiesa a su mujer este pintor que persiguió de forma incesante los fugitivos efectos de la luz sobre el mar.
(El Pais, 23 de Mayo del 2013)

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